Día Internacional de la Mujer Trabajadora
Mañana es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y yo soy mujer y soy trabajadora, así que qué mejor que escribir un breve post en honor a mi colectivo.
El pasado domingo, vi el programa «El Objetivo» de La Sexta, que presenta la popular Ana Pastor. No soy muy fan de esta periodista, por cómo atosiga a los entrevistados (¡a todos!), pero reconozco que tiene una fuerte capacidad crítica y hace preguntas que pocos se atreverían a hacer. El programa se titulaba «¿Tienen las mujeres y hombres las mismas posibilidades?» y en él participaban representantes políticas mujeres de todos los partidos, en una mesa redonda en forma de debate.
No pude ver el programa entero, pero sí algunas de las reflexiones, y no he dejado de darle vueltas.
Yo siempre había dicho que no me consideraba feminista; aunque de forma poco concreta, en mi pensamiento y en público he procurado defender siempre la igualdad entre hombres y mujeres, pero no me he definido nunca como «feminista» ni me gusta la palabra como leitmotiv. Aunque pensándolo bien, ¿qué significa exactamente ser feminista? ¿Ser feminista es de izquierdas o de derechas o no es de nada? ¿Femen es feminismo? ¿Se puede ser feminista y tener muchos hijos y querer dejar de trabajar para cuidarlos?
Las respuestas a todas estas preguntas sólo pueden formularse en el marco de un debate larguísimo y lleno de matices y con la necesidad de algún historiador experto que pueda explicar cómo ha vivido la mujer a lo largo de la historia.
Pero si dejo de lado la teoría y no pienso en si soy feminista o no, tengo la clara convicción de que si los hombres y las mujeres tuvieran las mismas bajas de pa-ma-ternidad, «otro gallo cantaría». Y no me refiero sólo al terreno profesional; toda la cuestión del machismo y las desigualdades entre hombres y mujeres afecta a muchos ámbitos de la vida …
En el mundo moderno (hablo de nosotros, Occidente), la mujer -poco a poco y con mucho esfuerzo- ha conseguido demostrar que los hombres y las mujeres tienen las mismas capacidades y que casi todas las diferencias de roles son simplemente cuestión de tradiciones y costumbres. En este escenario, la verdadera igualdad de condiciones y oportunidades sería más fácil y rápida de conseguir si los hombres y las mujeres cuidaran a los recién nacidos los mismos días; primero uno y después el otro. Y con ello, la conciliación. Horarios que permitan tener una carrera profesional provechosa y una vida personal con tiempo, pero tanto para hombres como para mujeres. Y a pesar de que no todas las mujeres ni todos los hombres quieran tener hijos (¡por supuesto que no!), la gran diferencia de todo (para mí) comienza aquí.